:: Nota de prensa del CSIC. 12/09/2013 ::
Un sensor de 10 centímetros sujeto a una boya y un laboratorio flotante dotado con paneles solares son dos de las apuestas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para luchar contra la contaminación oceánica. Estas dos descripciones corresponden, respectivamente, a los proyectos Sea on a chip, liderado por el CSIC; y Braavo, en el que participan investigadores de varios de sus centros. Ambas iniciativas pertenecen al VII Programa Marco de la Unión Europea.
Los contaminantes marinos están sometidos a una gran movilidad, por lo que su análisis debe enfocarse en diversas localizaciones. Actualmente, este seguimiento suele ejecutarse en base a toma de muestras de agua de forma rutinaria que son enviadas a laboratorios para su posterior análisis. Según el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, Damiá Barceló, “este proceso puede durar varios días”.
Para reducir estos tiempos, Barceló es el encargado de liderar el proyecto Sea on a chip, destinado a desarrollar sensores miniaturizados que floten a la deriva tomando muestras de forma periódica. El investigador del CSIC explica: “La intención es que los chips vayan sobre unas miniboyas del tamaño de un tercio de un teléfono móvil, cada una de las cuales portará un chip de apenas 10 centímetros”.
Estos pequeños laboratorios flotantes contarán también con una fuente de energía, los reactivos necesarios para el análisis, y la tecnología esencial para la recepción y transmisión de datos, por lo que serán totalmente autónomos. Sus reactivos les permitirán el análisis de hasta siete de los compuestos más representativos dentro de la contaminación que se pretende controlar.
En función de la información recogida por los sensores, por ejemplo, casos de picos de contaminación, sus responsables podrán manejarlos de forma remota para que aumenten la frecuencia de los análisis y se centren en el estudio de algún contaminante concreto, entre otras medidas.
La investigadora del CSIC en el mismo centro y que gestiona el proyecto, Marinella Farré explica: “Buscamos aplicar una tecnología flexible y barata que se pueda adaptar a las circunstancias y cuyos sensores puedan ser remplazados fácilmente”.
Catamarán solar
El otro proyecto, en el que participan investigadores de varios centros del CSIC, es Braavo, cuyo objetivo es el desarrollo de un laboratorio autónomo embarcado en un catamarán o sujeto a una boya y que se alimente de energía solar. De esta forma, el dispositivo no viajará a la deriva, sino que mantendrá un rumbo controlado desde el centro de mando.
Cada una de estas estaciones de medida integrará tres tipos diferentes de sensores. En primer lugar, los inmunosensores de tecnología óptica, que son extremadamente precisos en la detección de contaminantes. En segundo, los sensores basados en células bacterianas expresan proteínas ante la presencia de compuestos como mercurio. Por último, los sensores de algas, consistentes en células vivas de algas extremadamente sensibles a la presencia de contaminantes y toxinas.